El propósito de la siguiente narrativa es transformar los principios abstractos de la física cuántica y la sabiduría espiritual —como el efecto observador, el poder de las frecuencias y la importancia de disolver la identificación con los pensamientos— en una experiencia más accesible y emocionalmente resonante.
Al enmarcar los conceptos en un intercambio de aprendizaje, se logra que el lector no solo entienda las ideas, sino que también se sienta parte de un viaje de autodescubrimiento. La ambientación en un lugar icónico, con sus vibrantes atardeceres, sirve para anclar el relato en una realidad tangible, haciendo que el mensaje sobre la transformación interior sea aún más poderoso y memorable.
Escrito por: Ramses Augusto Reyes © [2025] – Todos los derechos reservados.
Esta obra es propiedad intelectual del autor. Queda prohibida su reproducción total o parcial sin autorización previa.
Diseño editorial y diagramación: Ramses Reyes
Ilustraciones: Sugeridas por el autor / Diseñadas por Ramses Reyes.
Primera edición: Enero 2025
Lugar: Caracas -Venezuela.
A todos los que alguna vez miraron al cielo y sintieron que algo más era posible.
A los buscadores de sueños, a los soñadores que, con su fe, iluminan el camino.
A mí amada familia, mis ángeles protectores y mi refugio seguro. Ustedes que son los guardianes de mi alma, quienes me motivan a vivir y a amar con todo mí ser.
Este libro es un reflejo de todo lo que me han dado, y cada página me recuerda la inmensa fortuna que tengo al ser parte de sus vidas.
El Despertar del Arquitecto Interior.
Este viaje que tienes entre tus manos no comenzó con palabras, ni con una idea preconcebida. Nació de una semilla infinitamente más profunda: una pregunta susurrante que, una vez formulada, tiene el poder de redefinir todo lo que crees saber.
¿Y si todo lo que creemos sobre la realidad estuviera incompleto?
¿Y si las fronteras que hemos trazado entre lo «real» y lo «imaginario» fueran, en verdad, meras ilusiones de nuestra percepción? Esta no es una invitación a la fantasía, sino a la más profunda de las exploraciones: la de tu propia conciencia.
No es un tratado científico exhaustivo ni un manual espiritual dogmático. Es algo más íntimo, más visceral, situado en el fascinante cruce de ambos: una narrativa viva que no busca simplemente informar tu intelecto, sino invitarte a experimentar con cada fibra de tu ser. Te propone un camino para sentir la verdad, no solo para entenderla.
Nuestra realidad no es solo lo que vemos. Es un lienzo en blanco que pintamos con las preguntas que nos atrevemos a hacer, fusionando la ciencia y la espiritualidad para encontrar la verdad.
A través de un encuentro simbólico y profundamente transformador entre un joven buscador de verdades, Andrés, y un Ser de luz cuya sabiduría trasciende el tiempo y el espacio, nos adentraremos en verdades profundas. Verdades que la física cuántica, con su asombrosa mirada a la esencia de la materia, y la sabiduría ancestral, con sus milenarias enseñanzas sobre el espíritu humano, han revelado, cada una a su manera, la interconexión intrínseca de todo lo que existe.
A lo largo de estas páginas, descubrirás que no eres un simple espectador pasivo de tu vida, un personaje secundario en tu propia historia, sino su arquitecto principal y consciente. Entenderás que tus pensamientos y emociones no son meros ecos internos, sino fuerzas potentes que no solo influyen en tu estado anímico, sino que activamente moldean la tela de tu realidad. Cada juicio, cada gratitud, cada miedo, es un pincelazo en el lienzo de tu existencia.
Y lo más importante, comprenderás que, más allá del ruido incesante del miedo, la paralizante duda o la limitante sensación de carencia, hay un espacio dentro de ti —silencioso, inmutable, ilimitado— desde el cual todo puede transformarse. Un santuario de poder puro, de conciencia prístina, esperando ser redescubierto.
Este libro no busca convencerte de nada que ya no lleves contigo. No pretende imponer una nueva creencia. Su único propósito es recordarte la verdad esencial de quién eres.
Porque la verdadera transformación no ocurre cuando te esfuerzas por cambiar el mundo exterior.
Ocurre, de manera inevitable y mágica, cuando el mundo cambia porque tú ya cambiaste. Cuando tu frecuencia interior se eleva, todo a tu alrededor resuena con esa nueva melodía.
Bienvenido a tu despertar. Bienvenido al redescubrimiento de tu poder creador. El viaje apenas comienza.
El Comienzo de Una Verdad.
La brisa del Ávila acariciaba el rostro de Andrés, fresca y liberadora, como si el viento mismo, mensajero ancestral de las montañas, quisiera susurrarle algo vital, una verdad olvidada.
Sentado sobre una roca lisa y pulida por el tiempo, con las piernas cruzadas en una pose que anhelaba la quietud, su mirada se perdía en el vasto horizonte que se extendía más allá de Caracas, hacia donde el cielo se unía con la tierra en una promesa lejana.
Sentía que el mundo entero, con su incesante ir y venir, giraba vertiginosamente a su alrededor, mientras él permanecía inmóvil, prisionero de un remolino interno de preguntas sin respuesta, de anhelos insatisfechos.
¿Por qué, a pesar de sus esfuerzos, de sus logros aparentes, no lograba ser feliz de verdad? Una felicidad duradera, una que no dependiera de las circunstancias externas, parecía siempre escurrirse entre sus dedos.
¿Por qué, a pesar de sus incansables luchas y sacrificios, siempre parecía faltarle algo? Una pieza clave, un sentido más profundo que diera coherencia a su existencia.
¿Acaso el universo, con su indiferencia cósmica, estaba en su contra, orquestando una sinfonía de obstáculos y desilusiones?
Mientras el sol comenzaba su majestuosa despedida tras los picos del majestuoso Ávila, tiñendo el cielo con una paleta de tonos que iban del fuego intenso al púrpura más profundo y místico, una suave luz, casi imperceptible al principio, comenzó a brillar frente a él. Al principio, Andrés pensó que era un simple reflejo, un engaño de la luz del atardecer, un juego de sombras proyectadas por los árboles. Pero la luz creció, suave y constante, con una pulsación rítmica que no generaba calor, sino una extraña sensación de familiaridad. Poco a poco, esa luz se fue condensando, tomando una forma definida. De ella emergió una figura esbelta y etérea, envuelta en una luminosidad cálida, como si su propio cuerpo estuviera tejido con los últimos rayos del crepúsculo. Era una presencia que no se parecía a nada que hubiera visto antes, pero que curiosamente se sentía extrañamente familiar.
—Saludos, Andrés —dijo el Ser, con una voz que no llegaba a sus oídos en el sentido físico, sino que resonaba directamente en la profundidad de su corazón, en un lenguaje más allá de las palabras—. He sentido el latido de tu alma, el eco de tu búsqueda incansable. Debes saber que no estás solo en tu camino. He venido porque tu espíritu, en su anhelo más profundo, ya está listo para escuchar las verdades que has estado buscando.
Andrés, para su propia sorpresa, no sintió miedo alguno. No hubo sobresalto ni temor ante lo desconocido. En su lugar, una profunda y envolvente paz lo invadió, como si una parte muy antigua y olvidada de él ya conociera a ese Ser, como si hubieran compartido no solo un encuentro, sino mil vidas juntos, en la vasta extensión del tiempo y el espacio. Era una sensación de regresar a casa, a un conocimiento primordial. La curiosidad superó cualquier vestigio de duda.
Así, bajo el manto estrellado que comenzaba a cubrir el cielo, y con la brisa del Ávila como testigo silencioso, comenzó una conversación que, en lo más hondo del alma de Andrés, lo cambiaría todo.
Y tal vez, al leer estas palabras, también la tuya.
Reconocer tu verdadera naturaleza
—¿Quién eres? —preguntó Andrés.
—Soy un reflejo de tu propia esencia —respondió el Ser—. Soy lo que eres cuando te liberas de las máscaras, cuando dejas de correr y simplemente eres.
En ese momento, Andrés comprendió que había estado viviendo como si sus pensamientos fueran órdenes, como si sus emociones fueran verdades absolutas. Pero el Ser le reveló una idea revolucionaria: tú no eres tus pensamientos. Tú eres quien los observa.
Andrés, tratando de asimilarlo, le explicó su dilema. —La mayoría de las personas vivimos en una constante confusión entre quiénes somos y lo que nuestra mente nos dice. Identificamos nuestra identidad, nuestro valor y nuestra realidad con esa voz interna que no para de hablar. Esta voz, llena de opiniones, juicios, miedos y deseos, se convierte en nuestra cárcel. Creemos que somos esa voz y, por lo tanto, sus «órdenes» se vuelven verdades absolutas que nos obligan a actuar.
El Ser sonrió. —Existe algo más allá de esa voz. El concepto del observador introduce una perspectiva radicalmente diferente: tú no eres el contenido de tu mente, sino el espacio en el que ese contenido aparece.
—Entiendo —dijo Andrés. Tú eres el cielo. Tus pensamientos son solo las nubes.
—Esa metáfora es poderosa —respondió el Ser—. El cielo permanece siempre, sin importar lo que pase. Puede haber nubes de tormenta, nubes pasajeras, un cielo despejado o uno lleno de niebla. Las nubes cambian y se disipan, pero el cielo sigue siendo el cielo. De la misma manera, tus pensamientos y emociones son fenómenos transitorios que atraviesan tu conciencia. El «yo» que observa, el cielo, es inmutable y siempre está presente.
Después de un breve silencio, mientras Andrés ordenaba sus ideas, continuó: —Saber que no eres tus pensamientos es un gran primer paso, pero la verdadera transformación sucede al practicar la observación consciente. Ese es el auténtico camino hacia la libertad. No se trata de eliminar los pensamientos o de forzarte a estar en blanco. Se trata de cambiar la relación que tienes con ellos.
Mirando fijamente al Ser, Andrés preguntó: —¿Pero cómo lo hacemos cuando surgen ideas negativas en nuestra mente?
—Sencillo —dijo el Ser con una pausa significativa—: Observa sin juzgar. Cuando un pensamiento o una emoción intensa surja, no te aferres a él ni lo rechaces. Simplemente míralo, como si estuvieras viendo una película o un paisaje. No es «malo» tener miedo o rabia; son simplemente fenómenos de tu conciencia. Al no juzgarlos, les quitas el poder de controlarte. Es como si, en lugar de subirte en la nube, la vieras pasar desde el suelo.
—Y crea un espacio entre el estímulo y la respuesta —añadió Andrés, captando la idea—. Al practicar la observación, se crea un «espacio» o «silencio» entre el pensamiento (el estímulo) y mi reacción a él (la respuesta).
—Exacto. Normalmente, un pensamiento negativo te lleva inmediatamente a una emoción o a una acción negativa. Con la práctica del observador, puedes notar el pensamiento y, en ese pequeño momento de conciencia, elegir no reaccionar impulsivamente.
Andrés continuó con otra idea que había surgido en su mente. —Y la respiración… La respiración es el ancla que me conecta con el presente y me recuerda que soy el observador. Cuando la mente se vuelve ruidosa y me siento arrastrado por las nubes, simplemente regreso mi atención al ritmo de mi respiración. Este simple acto me devuelve a mi verdadera naturaleza… a mi esencia de creación.
—Sí, claro —el Ser sonrió—. Este acto de observación consciente es el inicio de la maestría interior, donde radica tu universo. No elimina el caos, pero te libera de ser su prisionero. Te das cuenta de que no estás a merced de tus miedos, inseguridades o ansiedades. Al observar la voz interna con curiosidad y sin juicio, puedes empezar a discernir qué es real y qué es solo el ruido de fondo. Y en ese espacio de silencio, detrás del pensamiento, encuentras la paz, la claridad y el poder para elegir tu camino.
Ser el arquitecto de tu realidad
—Tú no estás en el mundo —dijo el Ser con una voz que parecía resonar desde el mismísimo tejido del universo—. El mundo está en ti.
Estas palabras resonaron en Andrés como un trueno silencioso, no por su estridencia, sino por la profundidad de la verdad que revelaban. Una grieta se abrió en sus antiguas creencias. Siempre había vivido bajo la premisa de que las circunstancias externas dictaban su estado interno, que el mundo era una fuerza ajena que moldeaba su destino. Ahora, el Ser le presentaba una inversión radical de esa ecuación: **no es la realidad externa la que determina tu estado emocional, sino tu estado emocional quien está creando tu realidad.**
Andrés sintió un escalofrío de reconocimiento. ¿Era posible que su propia percepción, su sentir más íntimo, fuera la verdadera fuerza que orquestaba los eventos de su vida? La idea era liberadora y, a la vez, abrumadora. Si esto era cierto, significaba que había estado entregando su poder sin saberlo.
**El efecto observador: cuando la conciencia colapsa la posibilidad.**
Tu mundo no te define, tú defines a tu mundo. Tu estado interior es el arquitecto que colapsa las infinitas posibilidades en la única realidad que experimentas.
El Ser profundizó en la explicación, llevando a Andrés a los confines de la ciencia. —En la física cuántica, existe un fenómeno fascinante conocido como el efecto observador. Las partículas subatómicas, antes de ser medidas, existen en múltiples estados potenciales simultáneamente. Es como si todas las posibilidades estuvieran vivas al mismo tiempo. Pero en el instante en que son observadas, en que nuestra conciencia interactúa con ellas, “eligen” una forma definitiva, colapsando todas las demás posibilidades en una sola realidad observable.
Andrés escuchaba absorto.
—¿Y si lo mismo ocurre con tu vida? —prosiguió el Ser—. Tu realidad personal, tus experiencias, no son muy distintas de esas partículas cuánticas. Existen en un campo de infinitas posibilidades hasta que tu conciencia, tu atención y tu emoción, las colapsan en una experiencia tangible.
Cada vez que enfocas tu atención en el miedo, en la carencia, en lo que te falta, estás proyectando una energía que sintoniza con esa realidad. Es tu conciencia la que está colapsando una realidad de escasez, trayéndola a la existencia. Estás, sin saberlo, creando lo que temes.
—Pero, cuando enfocas tu conciencia en la gratitud profunda, en la certeza inquebrantable de que ya lo tienes todo, en lo que ya es abundante en tu vida —la voz del Ser se hizo más vibrante—, estás colapsando una realidad de expansión, de posibilidades ilimitadas. Estás atrayendo eso que anhelas, no por una fuerza externa, sino porque te has alineado con ello.
**»No atraes lo que deseas. Atraes lo que eres en tu frecuencia más profunda.»**
Esta verdad resonó en lo más hondo de Andrés. No era una ley de atracción superficial de «pensar positivo», sino una revelación de cómo su propio ser, su vibración energética, era el imán fundamental.
**La frecuencia del ser**
El Ser explicó que el universo es energía en constante vibración, y cada emoción que sentimos no es solo un sentimiento, sino una frecuencia.
—Cada emoción vibra en una frecuencia distinta —dijo—.
* El **miedo, la carencia, la envidia, la ira**: estas emociones resuenan en una baja frecuencia. Cuando habitas en ellas, lo que atraes a tu vida son más limitaciones, más experiencias que confirman esa vibración de escasez. Es como una emisora de radio sintonizada en una melodía triste que solo puede captar más melodías tristes.
* La **gratitud, el amor incondicional, la alegría, la paz**: estas emociones vibran en una alta frecuencia. Cuando te alineas con ellas, atraes expansión, oportunidades, sincronicidades y una abundancia que fluye naturalmente. Estás sintonizando con una emisora que transmite armonía y plenitud.
—No se trata de negar el dolor o las dificultades cuando surgen —aclaró el Ser—. La vida es un ciclo, y las emociones son parte de la experiencia humana. Se trata de no identificarte con ese dolor, de no permitir que defina quién eres o que se convierta en tu frecuencia predominante. Se trata de cultivar, día a día, con intención y conciencia, una frecuencia que resuene con la vida que anhelas crear.
El Ser miró a Andrés con una profundidad que lo envolvió en calma.
**»No pidas por la abundancia. Siente que ya eres abundancia. No supliques por amor. Recuerda que ya eres amor.»**
La verdadera creación no viene de la súplica o la necesidad, sino del reconocimiento. Cuando te sientes abundante, el universo responde con más abundancia. Cuando te sientes amor, el amor fluye hacia ti y a través de ti. Eres el arquitecto de tu realidad, y el diseño comienza en la vibración de tu propio ser.
La constancia en la transformación
Andrés, a pesar de la claridad que había alcanzado, sentía aún la sombra de sus viejos hábitos, la inercia de una vida vivida en la inconsciencia. La perspectiva del cambio radical, aunque liberadora, también traía consigo una punzada de incertidumbre.
—¿Y si tropiezo? —preguntó Andrés al Ser, con una nota de vulnerabilidad en su voz—. ¿Qué pasa si intento vivir estas verdades y me encuentro de nuevo en los viejos patrones, dominado por el miedo o la duda?
El Ser lo miró con una compasión que abarcaba siglos de sabiduría. Su respuesta fue tan simple como profunda, despojando a Andrés de la ilusión de la perfección instantánea.
—Claro que caerás —respondió el Ser, su voz un eco tranquilizador—. La vida es un proceso, no un destino fijo. Pero cada vez que lo hagas, recuerda una verdad inquebrantable: no eres la caída. Eres el que se levanta. La maestría no reside en evitar el error, sino en la rapidez y la conciencia con la que eliges volver a tu centro, a tu verdadera esencia.
La maestría no está en evitar la caída, sino en la conciencia de levantarse. No eres tu tropiezo, eres la fuerza que te devuelve a tu centro, una y otra vez.
El verdadero trabajo, le explicó el Ser, no está en alcanzar una perfección inalcanzable, en no sentir nunca una emoción «negativa». Está en algo mucho más fundamental y accesible: en cultivar la presencia. En mantenerte conectado con el «yo» observador, con la frecuencia del amor y la gratitud, incluso en medio de la turbulencia. Para ello, el Ser compartió tres prácticas esenciales, herramientas poderosas para fortalecer el nivel energético y espiritual, anclando a Andrés en su nueva comprensión:
1. La Meditación Diaria: El Gimnasio de la Conciencia
—La meditación —comenzó el Ser— no busca vaciar la mente por completo, una tarea a menudo frustrante. Su verdadero propósito es mucho más práctico: entrenar el músculo del observador. Es un espacio para desacelerar y reconocer la danza incesante de tus pensamientos y emociones sin enredarte en ellos.
Andrés aprendió que no necesitaba ser un monje budista para meditar. Cinco minutos al día, sentado en silencio, con los ojos cerrados o la mirada suave, observando el fluir del pensamiento sin juzgarlo ni intentar detenerlo, eran suficientes. Al principio, su mente parecía más ruidosa que nunca, pero con la constancia, comenzó a notar los espacios entre los pensamientos, a sentir la quietud que siempre había estado ahí, esperando ser reconocida. Esta simple práctica transformó su relación con su mente, pasándola de ser un amo tiránico a un sirviente útil.
2. La Gratitud Consciente: El Imán de la Abundancia
—Cada mañana, antes de que el día te arrastre con sus demandas, tómate un momento para nombrar tres cosas por las que agradeces profundamente —instruyó el Ser—. Y no busques lo grandioso o lo espectacular. Comienza por lo simple: la calidez de un rayo de sol que entra por tu ventana, el sabor de tu primera taza de café, el sonido del canto de un pájaro, la comodidad de un abrazo, o el milagro silencioso de un corazón que late en tu pecho.
Esta práctica, aparentemente sencilla, era una alquimia poderosa. Al enfocar su atención en la gratitud por lo que ya es, Andrés elevaba su frecuencia vibracional de manera instantánea. La gratitud no solo cambiaba su perspectiva; abría puertas invisibles en el universo, sintonizándolo con la abundancia que ya existía a su alrededor y atrayendo más de lo mismo. Era una declaración de que ya poseía lo suficiente, rompiendo el ciclo de la carencia.
3. La Visualización desde el Ser: Manifestando desde la Esencia
—Cuando visualices tus deseos —dijo el Ser—, no los imagines como algo lejano, una meta inalcanzable en el futuro. Eso perpetúa la sensación de que te falta algo. En cambio, cierra los ojos y siente que ya lo eres. Siente la emoción de la libertad en tus huesos, la plenitud en tu corazón, el amor incondicional que emana de tu ser.
Andrés comenzó a practicar esto: «Ya soy libre. Ya soy pleno. Ya soy amor. Ya tengo la salud vibrante. Ya vivo mi propósito.» Se sumergía en la emoción de esos estados, no como una esperanza, sino como una certeza presente. Esta emoción, repetida con constancia y convicción, no era una simple fantasía. Era una vibración poderosa que se convertía en un imán cósmico, colapsando las posibilidades en el campo cuántico para manifestar esa realidad.
El Ser concluyó con una verdad que encapsulaba todas sus enseñanzas:
«El universo no responde a tus palabras. Responde a tu estado interior.»
No se trata de recitar afirmaciones vacías, sino de encarnar la vibración de lo que deseas manifestar. Anclar estos nuevos estados de ser no era una tarea ardua, sino una danza constante con la vida, un recordatorio diario de su poder inherente para crear y para levantarse cada vez que la vida lo desafiara. La transformación no era una meta final, sino el camino mismo.
Tu vida como obra de arte consciente
Cuando el Ser se desvaneció, disolviéndose en la suave luz del amanecer, Andrés no sintió el vacío de una despedida, ni la angustia del abandono. Por el contrario, se sintió profundamente **recordado**. Era como si la esencia que había compartido con él se hubiera fusionado con la suya, despertando una sabiduría dormida en su interior. La voz del Ser se había silenciado, pero su mensaje resonaba ahora con una claridad cristalina en cada célula de su ser.
Miró hacia la ciudad, que comenzaba a despertar bajo los primeros rayos del sol, ahora iluminada por miles de luces que parpadeaban como pequeñas estrellas terrestres. Ya no vio el caos, el ruido o la distancia que antes lo agobiaban. En su lugar, vio algo completamente distinto: **vio un lienzo**. Un universo en potencia, vasto e ilimitado, esperando ser pintado. Y en medio de todo, una presencia inconfundible: él mismo, no como una víctima a merced de las circunstancias, sino como el **creador consciente** de su propia realidad.
Una verdad simple y profunda floreció en su corazón:
**»No necesitas milagros espectaculares. Tu vida ya es el milagro.»**
La verdadera magia no residía en eventos extraordinarios, sino en la capacidad de reconocer y honrar la sacralidad de cada instante, de cada respiración, de cada elección. Su vida, con sus luces y sus sombras, con sus desafíos y sus alegrías, era la manifestación constante de su propia conciencia, un lienzo virgen esperando ser transformado con cada pincelada de su intención.
Desde ese día, Andrés comenzó a vivir de una manera fundamentalmente distinta. La teoría se había arraigado en la práctica, transformando sus viejos patrones en nuevos hábitos de empoderamiento:
* **Cuando surgía el miedo**, ese viejo compañero que solía paralizarlo, lo observaba con una nueva curiosidad, sin reaccionar impulsivamente. Permitia que el miedo se manifestara como una nube pasajera en el cielo de su conciencia, sin permitirle dictar el clima de su día.
* **Cuando aparecía la duda**, esa voz insidiosa que minaba su confianza, recordaba la enseñanza del Ser: *yo no soy esto. Yo soy el que ve esto.* Se separaba de la identificación con el pensamiento, anclándose en la certeza de su verdadera identidad como observador.
* **Y cada mañana**, antes incluso de abrir los ojos y sumergirse en las exigencias del nuevo día, se tomaba un instante precioso para sentir. Sentía la gratitud, el amor, la abundancia y la certeza de su ser. Se visualizaba, no como quien *quiere ser*, sino como quien **ya es** esa versión elevada de sí mismo. Se sumergía en la frecuencia de su deseo manifestado, impregnando su día con esa vibración antes de que cualquier evento externo pudiera influir.
No todo cambió de inmediato de forma drástica o evidente en el mundo exterior. Las circunstancias de la vida seguían presentándose, con sus desafíos y sus sorpresas. Sin embargo, lo más importante había ocurrido: **él cambió**. Su perspectiva, su actitud, su energía y su respuesta ante la vida se transformaron radicalmente.
Y con ese cambio interior, un efecto dominó comenzó a desplegarse. El mundo, como un espejo fiel, empezó a reorganizarse a su alrededor. Las puertas que antes parecían cerradas se abrieron, las sincronicidades se hicieron más frecuentes, las relaciones se volvieron más auténticas y las oportunidades fluyeron hacia él. No era que el mundo se hubiera vuelto milagrosamente «perfecto», sino que Andrés había aprendido a ser el artista de su propia existencia, pintando con los colores de su conciencia una obra maestra en constante evolución. Su vida se había convertido, verdaderamente, en un lienzo en blanco esperando su próxima y maravillosa pincelada.
Antes de continuar, detente. Respira y pregúntate:
¿Con qué pensamiento o emoción me identifico con más frecuencia?
¿Qué versión de mí mismo estoy observando cada día: la que carece o la que ya es plena?
¿Qué pequeña acción puedo tomar hoy para elevar mi frecuencia?
Escribe tus respuestas.
Este libro no se lee.
Se vive.
No cambies el mundo.
Cambia tu frecuencia.
Y el mundo cambiará contigo.
Porque no estás en la realidad.
Tú eres la realidad.
Y cada instante es una nueva oportunidad
para crear desde el amor,
desde la certeza,
desde la luz.
Sé el observador.
Sé el creador.
Sé tú.
Este encuentro no terminó aquella noche.
Sigue vivo en cada elección consciente,
en cada momento en que eliges ver más allá del miedo,
en cada instante en que decides ser en lugar de buscar.
Tú también puedes tener tu propio encuentro en el Ávila.
No necesitas una montaña.
Solo necesitas silencio.
Atención.
Y el coraje de preguntarte:
¿Quién soy yo cuando no estoy pensando en quién soy?
Porque en esa pregunta,
está la respuesta.
Y en esa respuesta,
está tu poder.
Si deseas conocer de manera didáctica gráfica y sencilla la estructura del libro te invitamos a una navegación interactiva del mismo.
Te aseguro que te divertiras
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